Recuerdo aquellos largos veranos de mi infancia en los que el tiempo parecía infinito y los niños jugábamos en la calle sin preocupaciones, con el único afán de disfrutar del tiempo libre al máximo. Recuerdo mis temporadas en el pueblo o las larguísimas tardes con mis amigos en la calle, cuando el tiempo se detenía y la imaginación se hacía dueña de tantos momentos. Así transcurrían nuestros veranos, sin relojes que repartieran nuestras mañanas entre campamentos, talleres o actividades lúdicas. Pero los tiempos han cambiado y los padres ahora buscamos cómo "entretener" a nuestros hijos, pues con el verano llega también la preocupación de muchos padres por saber cómo conciliar la vida familiar y la vida laboral.
Por suerte, cada vez son más los servicios y programas que ofrecen actividades de ocio y tiempo libre para discapacitados, aunque siguen siendo insuficientes, sobre todo para discapacitados sin autonomía física.
El ocio de las personas con discapacidad debería tener las mismas características que el de cualquier otra persona, puesto que también es importante para su desarrollo y bienestar .
Es importante no olvidar a las familias, ya que son las que soportan en mayor medida la tarea de cuidar a un discapacitado, en detrimento de su propio tiempo libre. Si las personas dependientes cuentan con un tiempo de ocio,también lo es para aquellos que viven por y para su hijo, hermano o padre, con lo que a menudo renuncian a su tiempo libre por consagrar cada minuto a su familiar.
Alberto acude en estos días al colegio de verano, en el que realiza, junto con otros niños, actividades lúdicas, juegos, talleres de cocina, se baña en la piscina ....
Estos campamentos urbanos están, en muchos casos, dirigidos por personal voluntario, gente generosa que prefiere ocupar parte de sus vacaciones en ayudar a niños y jóvenes con discapacidad, gente comprometida que ofrece su tiempo y su cariño a aquellos que lo necesitan. Con ello facilitan y apoyan a las familias y mejoran su calidad de vida.
Alguien dijo que echar de menos es no vivir el presente y
si bien no puedo volver a aquellos veranos de mi niñez, ahora disfruto de las vacaciones a través de Alberto, pasando con él todo el tiempo libre que tengo, sin un reloj que marque cuánto puedo estar o no con él. No se me ocurre mejor manera de pasar el verano.
El verano es sinónimo de viajes, playa, mar... así que he pensado que mi trocito de cielo puede hacer las maletas para viajar hasta Salobreña, en Granada, en el centro de la costa tropical, con sus serpenteantes calles con antiguo sabor árabe, a brisa marina y a rayos de sol que lo blanquean todo.